Llega
el frio, llega la matanza del cerdo. Millares de familias, después de meses de
“mantener al bicho”, tienen ahora la merecida compensación. Una tradición de se
traduce en una identidad sustentada en los pilares del trabajo, dedicación y
esfuerzo.
Cuando
llegaba el día indicado, los familiares y amigos se juntaban y mataban al
animal. Sacaban el cerdo, en la mayoría de los casos con una cuerda atada al
cuello y se tumbaba en un banco de madera donde era asesinado y destripado.
Mientras unos pocos sujetaban al cerdo, otro apuñaleaba al animal en el cuello
y otro recolectaba la sangre que salía del animal. Seguidamente, se tumbaba en
el suelo y se chamuscaba entre paja para eliminar el pelo del animal. 

Después de realizar estas operaciones, se
puede considerar al cerdo limpio. Excepción del “bucho” que solo es considerado
bien limpio después de “escalado” con agua muy caliente. Terminado el trabajo
con las tripas, las mujeres bebían una bebida caliente, muchas veces vino con
azúcar, o chocolate para recuperar fuerzas. Después acomodaban las tripas en un
recipiente con rodajas de naranja y dientes de ajo para que no desprendiesen
olores fuertes. En los días siguientes, son pasadas por agua y se renuevan las
rodajas de naranja y los dientes de ajo. En algunas casas la vejiga del animal
no se aprovechaba, mientras que, en otras, solo serbia para jugar entre los más
jóvenes mientras la llenaban de agua y se mojaban entre ellos.
Los últimos trabajos de día, se reducían a realizar los “chouriços
de verde, doces” de unas sopas de miel con canela, almendras y la sangre del
cerdo. Los chorizos más tarde acabados, eran colgados de una barra en el techo.
El
corte de las carnes es trabajo propio de un artista, asi que, a los pocos
días, tras haberse secado un poco el animal es
cortado en dos mitades. Se separan las “carnes magras” que iban de inmediato a
las cocinas para prepararlas y realizar los diferentes embutidos. Después se
retiraba el “presunto” y la “espádua” separando la carne que los junta. Para
estas operaciones, se utilizan desde cuchillos hasta machadas. Los pies del
animal, también se cortaban, pero se apartaban de las demás carnes.
Seguidamente,
se colocaban las carnes en “salgadeiras” que son unas cajas de madera, con unas
fundas de red y con unas aperturas pequeñas en las esquinas inferiores para que
se pueda filtrar el agua que se crea dentro de esta. Las carnes se introducían
dentro de estas, bañadas en sal gordo. La cabeza era cortada por la mitad,
retirando las orejas y el morro.
Estas tareas, solían ser habitualmente destinadas a los hombres. Las carnes en sal, se removían, garantizando que la parte del cuero se quedase por debajo y se aprovechaba para verter más sal. Después de dos semanas aproximadamente, el “presunto” y las “espáduas” se retiraban y se limpiaban de sal. A parte, se preparaba una mezcla de aceite con picante y con ayuda de un trapo, se untaban las carnes que pasaban para un “fumeiro”. A parte, se preparaba una mezcla de aceite con picante y con ayuda de un trapo, se untaban las carnes que pasaban para un “fumeiro”.
Estas tareas, solían ser habitualmente destinadas a los hombres. Las carnes en sal, se removían, garantizando que la parte del cuero se quedase por debajo y se aprovechaba para verter más sal. Después de dos semanas aproximadamente, el “presunto” y las “espáduas” se retiraban y se limpiaban de sal. A parte, se preparaba una mezcla de aceite con picante y con ayuda de un trapo, se untaban las carnes que pasaban para un “fumeiro”. A parte, se preparaba una mezcla de aceite con picante y con ayuda de un trapo, se untaban las carnes que pasaban para un “fumeiro”.
Los embutidos que se habían realizado con la carne del animal eran colgados con una vara desde el techo de las casas, muchas veces junto al "fumeiro" de las demás partes del cuerpo del animal.
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